Últimamente han surgido muchas corrientes que enfatizan en desarrollar el pensamiento positivo, la calma interior, la armonía. El desarrollo de emociones positivas trascendiendo las negativas. Como en todo, aparece mucha oferta, mucha frase hecha, y lo que algunos registran como imposición de estar bien y feliz. En realidad esa es una punta del iceberg, porque para alcanzar ese estado de paz o bienestar interior verdadero, es necesario también el trabajo interior. No alcanza con decirse a sí mismo:
“Sé positivo” para poder serlo. O “creé en vos mismo”
Cuando se viene arrastrando una historia de desvalorización. Tengo formación en psicología positiva, por eso se la importancia del pensamiento positivo y los sentimientos de bienestar, pero la confusión es que últimamente se dan algunas recetas “mágicas” que sólo crean más frustración en algunas personas.
Algo de esto tiene que ver con el hecho de que es un momento en que los paradigmas están cambiando aceleradamente y no damos abasto con tanta información.
En psicoterapias aparecen palabras “nuevas” como:
Entonces surge la pregunta: ¿cómo no era que había que revisar el pasado? ¿Cómo voy a ser positiva si tengo una “serie de eventos desafortunados” que me duelen en el alma y que no puedo resolver?. Veo que algunos personas se sienten desorientadas con estas nuevas propuestas. Mindfullnes? Meditación? Psicología cognitiva? Psicología positiva? Hacer uso de la voluntad? Equilibrio interior?
¿Puedo enfocarme en mis sentimientos positivos, en mi espiritualidad si tengo mucho dolor por sanar?
Veamos el siguiente ejemplo. Un lago de aguas calmas y cristalinas. De pronto de una montaña cae una piedra, las aguas se enturbian ligeramente y se sacuden intensamente. Luego de un rato la calma vuelve y el agua es cristalina y tranquila otra vez. En esencia somos el lago. Las piedras que nos agitan pueden ser más o menos grandes pero siempre es posible retomar el estado inicial.
Paciencia y trabajo con uno mismo. No podemos decirnos, “soy positiva nada me afecta” si no lo sentimos como verdadero. Las aguas se agitan y hay que encontrar el particular modo de cada una o uno de volverlas a su estado original. Lo más probable es que tengamos tantas cargas internas que ya no creamos que hay un estado de bienestar y que es original en nosotros. Pero sí lo es. Los bebés no nacen preocupados, ni deprimidos, o asustados. Nacen abiertos a lo que reciben. Quizás creamos que nuestra identidad es ese eterno estado de preocupación, o esa depresión que nos acompaña, o las tristezas o el resentimiento. Pero no lo son. El terapeuta en estos paradigmas nuevos (y en los anteriores también), lo que hace es ayudar a que surja la verdadera esencia.
Es fundamental la curación emocional, el hablar de lo que sucede, revisar las creencias que no ayudan y sanar en definitiva el alma.
Y en este proceso, ir incorporando prácticas de psicología positiva, meditación, mindfullnes, hacer conciente la capacidad de amar a medida que se reconocen los dolores y sus causas, va ayudando a sanarlos. Todo en su justo equilibrio, sin extremos.
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